MI ARROZ CON AJO

7 años atrás...

Chica problema:"Siento que después de este concierto no voy a volver a verte jamás"

Vitote:"Eso sólo depende de tí"

Chica problema:"Por eso mismo"

Sábado pasado...

Jor:"¿Entonces?"

Vitote:"Ya no me importa una mierda, ella se lo pierde"

Jor:"¿Como?¿Qué le habéis hecho a Vitote?¡Hijosdep...!"

Vitote:"La edad, los chascos, el MIR..."


Siete años hace que ví a "La Cabra Mecánica" por primera vez en directo, había empezado su éxito comercial y se empezaban a rodear de gente no muy recomendable, esa clase de gente que mina por dentro a los grupos y a los artistas, esos individuos que te trasladan del boca a boca a la lista de los 40 principales y del bar con los colegas, a despertar en baños de discotecas. Por aquel entonces ví al Lichis encorsetado, cumplidor pero amodorrado rodeado de la gigantesca orquesta de la infame gira "Ni jaulas ni peceras", teniendo que tocar el dichoso "No me llames iluso", sin tocar las grandes "Malacara" o "Arroz con Ajo". El sábado volvió a Salamanca, con una banda pequeña en el aún más pequeño escenario del Irish Rover, pero no sé por qué a mí me parecía todo más grande. El señor Miguel Hernando salía al escenario sin superventas, sin corsés, preguntando cómo había quedado el Barça al público, comentando lo mal que nos iba a los atléticos, pidiendo cigarros al público para el resto de la banda, contando que está "hasta los... de tocar siempre las mismas dichosas canciones", que "No me llames iluso" fue un craso error, que les dedica "Gracias por nada", que tiene ganas de dejar de ser Lichis para volver a ser él mismo.

Hace siete años, Miguelito vivía un momento dulce en su carrera y no sabía lo que se le avecinaba, la cantidad de buitres que se aprovecharían de él, de su talento y de su alegría. Le robaron la sonrisa, le dejaron tirado y escapó de Madrid a Barcelona. Después llegó "Hotel Lichis", y con él, el reencuentro con aquellos que empezamos a escucharle con "El Cabrón". Cuando a uno le sonríe la vida, todo el mundo quiere acercársele, se ponen detrás tratando de comprobar si ese éxito tiene alta tasa de infectividad. Pero cuando suena el cambio de tercio, los maletillas se marchan y sólo quedan torero y muleta.

Hace siete años fui a un concierto de "La Cabra Mecánica", me llevé uno de esos chascos de final de la adolescencia, de esos que patean tu autoestima como si del mismísimo Mufasa se tratase. Digamos que, al igual que el Lichis, caí en una serie de conductas repetitivas y autodestructivas, pero sin incluir fármacos de dudoso origen y "señoritas que fuman"( como diría Núñez).

Miguelito llegó hace poco a una conclusión, y decidió dejar de ser Lichis y dejar "La Cabra Mecánica". Miguelito ha vuelto a tocar "Malacara", yo he vuelto a invitar a whisky nacional con billetes enrollados...

MI VIAJE DE DESPEDIDA

Tiene casi 30 años y es preciosa. Con ella he tenido la relación más estable de toda mi vida, no la habría cambiado por nada en el mundo, pero los años no pasan en balde y mi familia decía que no podía ser, que es demasiado mayor para mí y que no me ven seguro saliendo con ella. Pero yo la quiero con todo mi corazón, nos conocemos desde que tenía nueve años y siempre he estado enamorado de ella. Ella me ha llevado a todas partes, ha sido ese cascarón cálido y protector que todos necesitamos en nuestras vidas. Pero se ha tenido que marchar, nos hemos tenido que separar. Al menos, nos quedó un último viaje juntos, escuchando canciones de Quique González, fundidos en uno cosa que ha pasado menos veces de las que a ambos nos hubiese gustado.

Ella es Merche, el viejo Mercedes 250 de mi padre, el coche de mi vida."Pero Vitote¿por qué un nombre de chica?". En primer lugar, porque venía de serie, no es como Rogelio mi Ford Fiesta, que se ganó el nombre él solico. Merche no es un coche, es "ma voiture". Es difícil empezar con ella, al principio dudas sobre sus tiempos, no sabes por qué te da esos tirones, por qué parece tener vida propia, porque quiere ser ella quien te gobierna a tí y no tú a ella. Tienes que hacerte a su embrague, manejarla con delicadeza y precisión, si eres brusco con Merche, te castigará, la odiarás, pero no podrás resistirte a ella y acabarás sucumbiendo a su suavidad y comodidad. Conducirla durante estos años ha sido compicado, hemos tenido nuestros roces, yo no quería tocarla, ella me maltrataba con unos tirones infernales, me torturaba aparcando y me hacía odiarla cada vez que hacía algún ruidito extraño. Al final sucumbí a ella. ¿Quién nos iba a decir que iba a ser yo quien le hiciese su último viaje?. El domingo por la mañana, por la carretera en la que nos conocimos, por la carretera en la que la conduje por primera vez. Fue entonces cuando me dí cuenta de todo lo que habíamos pasado juntos, de lo perfecta que era a pesar de sus exigencias y de cómo le iba a echar de menos.

El adiós fue duro, mi padre, mi madre y yo la dejamos dormidita en su nueva habitación. La nostalgia se apoderó de nosotros, cada uno pensaba en el momento en que más se había sentido unido a Merche. Yo me quedo con el verano en que se convirtió en "ma voiture", con los sacos de recuerdos de viajes interminables a horas intempestivas, con su calefacción que me daba dolor de cabeza y con su aire "acondición del tiempo", con el calor de julio en la estepa castellana... Tantos momentos con Merche.

Quizás volvamos a vernos pronto, quizás esto sea sólo un hasta luego, no lo sé, pero sea como sea, lo que sí sé es que siempre formará parte de mí.

MI INCERTIDUMBRE

"El observador, por el mero hecho de cumplir su papel, altera aquello que observa o mide, existe siempre una variación, una incertidumbre"

Werner Heisenberg, físico alemán

Cambio de estación, cambio de manga corta por manga larga, cambio de...bueno, mi Atleti no cambia ni queriendo, y sobretodo, cambio de vuelta. Segunda vuelta.

Esta semana me encuentro especialmente cansado, quizás sea porque no hay clase y he decidido bajar el ritmo, y cuando desconectas un poquito más, el cuerpo se viene abajo. El lunes empieza lo que se cree que es el edificio del MIR, si la primera vuelta son los cimientos, en la segunda empezamos a poner esos ladrillos que nos harán subir como la espuma, hasta donde podamos llegar. Eso no dirá nada de lo buenos que seamos, sino de lo bien o mal que hemos estado un sábado por la tarde. Injusto...en parte.

Al acercarse la segunda vuelta te cuestionas a tí mismo, miras tu puesto actual, te deprimes, miras hacia el futuro, y te ves fuerte estudiando como un campeón, te ves cual Alonso sobre un futurible Ferrari, imbatible. Pero miras de nuevo a la pantalla que te dice lo torpe que has sido estos tres meses, y sientes un poco de vacío. Quizás, por el mero hecho de haber visto ahora tus errores hayas cambiado tu velocidad, tu posición o incluso tu espín, cual electrón heisembergiano. En definitiva, a pesar de lo que digan las mediciones en este momento, no tenemos ni puta idea de dónde vamos a estar el día 23 de enero. En el fondo, todos somos como ese gato de Schrödinger, no se sabe si estamos vivos o muertos hasta que nadie abra la caja de una maldita vez.

Nos pasamos la vida quejándonos de nuestra mala suerte, de la malicia del profesor de turno, del árbitro... No nos damos cuenta de que nosotros mismos somos nuestro propio lastre, de que la suerte favorece a los espíritus bien preparados y de que debemos agarrar el toro por los cuernos. De ahí que esta semana haya bajado el ritmo, porque a veces hace falta apartarse un poco del mosaico para ver la imagen que forma. Porque a veces es más productivo meterse en un autobús y pasar cinco horas en él para ver a quienes echas de menos, porque a veces merece la pena escaparse de casa a las diez de la noche para despedir a un viejo amigo que se marcha. Porque las barras de los bares, los bancos de los parques, los oídos receptivos, aportan más que cualquier eslogan prefabricado o que cualquier libro de autoayuda. Porque a veces el observador, por el mero hecho de observar, es capaz de cambiarlo todo.