MI VIAJE DE DESPEDIDA

Tiene casi 30 años y es preciosa. Con ella he tenido la relación más estable de toda mi vida, no la habría cambiado por nada en el mundo, pero los años no pasan en balde y mi familia decía que no podía ser, que es demasiado mayor para mí y que no me ven seguro saliendo con ella. Pero yo la quiero con todo mi corazón, nos conocemos desde que tenía nueve años y siempre he estado enamorado de ella. Ella me ha llevado a todas partes, ha sido ese cascarón cálido y protector que todos necesitamos en nuestras vidas. Pero se ha tenido que marchar, nos hemos tenido que separar. Al menos, nos quedó un último viaje juntos, escuchando canciones de Quique González, fundidos en uno cosa que ha pasado menos veces de las que a ambos nos hubiese gustado.

Ella es Merche, el viejo Mercedes 250 de mi padre, el coche de mi vida."Pero Vitote¿por qué un nombre de chica?". En primer lugar, porque venía de serie, no es como Rogelio mi Ford Fiesta, que se ganó el nombre él solico. Merche no es un coche, es "ma voiture". Es difícil empezar con ella, al principio dudas sobre sus tiempos, no sabes por qué te da esos tirones, por qué parece tener vida propia, porque quiere ser ella quien te gobierna a tí y no tú a ella. Tienes que hacerte a su embrague, manejarla con delicadeza y precisión, si eres brusco con Merche, te castigará, la odiarás, pero no podrás resistirte a ella y acabarás sucumbiendo a su suavidad y comodidad. Conducirla durante estos años ha sido compicado, hemos tenido nuestros roces, yo no quería tocarla, ella me maltrataba con unos tirones infernales, me torturaba aparcando y me hacía odiarla cada vez que hacía algún ruidito extraño. Al final sucumbí a ella. ¿Quién nos iba a decir que iba a ser yo quien le hiciese su último viaje?. El domingo por la mañana, por la carretera en la que nos conocimos, por la carretera en la que la conduje por primera vez. Fue entonces cuando me dí cuenta de todo lo que habíamos pasado juntos, de lo perfecta que era a pesar de sus exigencias y de cómo le iba a echar de menos.

El adiós fue duro, mi padre, mi madre y yo la dejamos dormidita en su nueva habitación. La nostalgia se apoderó de nosotros, cada uno pensaba en el momento en que más se había sentido unido a Merche. Yo me quedo con el verano en que se convirtió en "ma voiture", con los sacos de recuerdos de viajes interminables a horas intempestivas, con su calefacción que me daba dolor de cabeza y con su aire "acondición del tiempo", con el calor de julio en la estepa castellana... Tantos momentos con Merche.

Quizás volvamos a vernos pronto, quizás esto sea sólo un hasta luego, no lo sé, pero sea como sea, lo que sí sé es que siempre formará parte de mí.

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